Ecos del rey Arturo en el siglo XIX: "Queen Guinevere (La Belle Iseult)"

Saturday, January 30, 2016

"Queen Guinevere (La Belle Iseult)"

Esta pintura posee la particularidad de ser la única que terminó William Morris. Morris, a pesar de su asociación con la Hermandad Prerrafaelista, nunca confió en su talento para la pintura. Sin embargo, luego adquiriría popularidad como diseñador y artesano al fundar Morris & Co. y sus ideas sobre recuperar la calidad de la manufactura artesanal (tal como se hacía en la Edad Media) inspirarían el movimiento de Arts & Crafts.

El nombre de la pintura relaciona la figura de la reina Ginebra con la de la adúltera Isolda. La modelo de la pintura, Jane Burden, se casaría con Morris un año después de acabada esta. Curiosamente, también la propia Jane, quien permaneció casada con Morris hasta la muerte de este en 1896, mantuvo relaciones extra maritales, en su caso con el poeta Wilfrid Blunt y, posiblemente, con el prerrafaelista Dante Gabriel Rossetti.

"Queen Guinevere (La Belle Iseult)", William Morris (1858)

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Introducción

Durante el siglo XIX, artistas fastidiados por el arte academicista, afectado y pomposo, desarrollaron programas disímiles partiendo de la misma premisa: recuperar la sinceridad en el arte. El clasicismo representaba una rémora y para superarla encontraron inspiración en el pasado medieval. Así, la Inglaterra victoriana vio un renacer del gusto por lo medieval, largamente desdeñado como arcaico y vulgar. Por ejemplo, Le Morte d’Arthur, escrito por Sir Thomas Malory, fue reeditado por primera vez desde 1634. De esta manera, el mito artúrico germinó la imaginación de toda una generación de poetas. Lord Tennyson, por ejemplo, publicó The Lady of Shalott en 1832 e Idylls of the King entre 1859 y 1885. William Wordsworth, por su lado, publicó The Egyptian Maid en 1835.

En 1848, se fundó la Hermandad Prerrafaelista. Este grupo de artista se hizo llamar así razonando que “las academias declaraban representar la tradición de Rafael y lo que se conocía con el nombre de gran estilo. Si esto era cierto, evidentemente había tomado un giro erróneo con y a través de Rafael… Si el arte tenía que ser reformado, era preciso, por consiguiente, retroceder más allá de Rafael, retornar a la época en que los artistas todavía eran artesanos fieles a Dios, en que se esforzaban cuanto podían en copiar la naturaleza, no pensando en la fama terrenal sino en la mayor gloria de Dios” (Gombrich, 1995). La leyenda del rey Arturo influyó el imaginario de estos pintores, especialmente a través de los poemas de Tennyson, y así elaboraron algunas de sus representaciones más hermosas.

Resulta sorprendente como, a pesar de que la existencia de Arturo como personaje histórico es incierta, su leyenda no mella con el pasar de siglos, incluso milenios. Por el contrario, se actualiza con cada nueva interpretación, una representación genera otra y así resuenan los ecos del rey Arturo en el siglo XXI tal como resonaron en el siglo XII o en el siglo XIX.